Se acerca el ciclo político, y con él, el desfile de caras conocidas que buscan retomar o mantener su asiento en el poder. Las calles se convierten en un escenario para el espectáculo, donde aquellos que una vez pasaron desapercibidos ahora intentarán deslumbrar con actuaciones cargadas de promesas vacías y actitudes estrafalarias. Es el momento en que los oportunistas salen de la sombra, pretendiendo ser la solución a males que en muchas ocasiones ayudaron a crear.
La astucia del ciudadano debe prevalecer. Es vital discernir entre aquellos que realmente anhelan el bienestar de la comunidad de aquellos que solo buscan perpetuarse en el poder. Se trata de identificar a esos ‘parásitos de la política’, individuos que, habiendo probado las mieles del poder, no dudan en regresar al escenario, ávidos por seguir viviendo a expensas del erario público.
Pero ¿quiénes son realmente estos supuestos salvadores? ¿Acaso son los mismos que traicionaron la confianza depositada en ellos en el pasado? ¿Son dignos de recibir nuevamente el voto de la ciudadanía? El engaño se esconde en la ilusión de que aquellos que defraudaron en el pasado sean la solución para sacar a la ciudad de sus baches presentes.
La memoria colectiva debe servir como guía. Los verdaderos líderes no son aquellos que desfilan en tiempos de elecciones, desesperados por ser notados, sino aquellos cuyas acciones resonaron en la historia, aquellos que con hechos y compromiso han demostrado una entrega real hacia el bienestar de su comunidad.
Es tiempo de recordar que la confianza debe ganarse día a día, no únicamente en la víspera de elecciones. No permitamos que el disfraz de las promesas engañosas oculte la verdad: el poder verdadero está en manos de aquellos que actúan con integridad y autenticidad, no en los que buscan eternizarse en el juego político, olvidando el verdadero propósito de servir a la ciudadanía.
Las campañas pueden ser un espectáculo, pero depende de nosotros como ciudadanos discernir entre el brillo fugaz y la verdadera luz que guiará el camino hacia un futuro mejor. Es momento de mirar más allá de las actuaciones y exigir, con voz clara, un liderazgo comprometido y auténtico, alejado de las artimañas y la retórica vacía.