Día a día, la esfera de los políticos se torna más pública. Un vívido ejemplo de esto se encuentra en la evidente relación entre la alcaldesa de Cuauhtémoc en la Ciudad de México, Sandra Cuevas, y el alcalde de Cuajimalpa, Adrián Rubalcava Suárez. Sus muestras de afecto han trascendido lo puramente político, exponiendo una cercanía notoria.
La política mexicana parece haber dado un giro inesperado en su anhelo de conectarse con el electorado. Los nuevos políticos están desafiando el antiguo paradigma de resguardar su vida privada. Este fenómeno, compartido también en la esfera del entretenimiento, quizás responde a la creciente incursión de figuras públicas en la política. El nuevo estereotipo de los funcionarios públicos en cargos de elección popular ha roto fronteras, ya no se limita al ámbito político exclusivamente. Los partidos políticos, carentes de credibilidad entre sus electores, buscan rostros nuevos y dinámicos. Muchos de ellos surgen de esferas destacadas en deportes, cultura o incluso del mundo del espectáculo. Un ejemplo reciente es la incursión del actor y empresario Roberto Palazuelos Badeaux, quien ha mostrado activo interés en el partido Movimiento Ciudadano, buscando una senaduría en Quintana Roo. Figuras del calibre de Hugo Sánchez, el aclamado futbolista, han recibido propuestas para participar en la contienda por la presidencia municipal de Cancún. Así como la joven empresaria playense Majo Osorio, actual legisladora muy dinámica del Partido Verde Ecologista de México quien hace unas semanas compartió el nacimiento de su segundo hijo en las redes sociales.
Estos posibles candidatos son vistos por la clase política tradicional como faltos de experiencia. Sin embargo, ¿quién afirmó que ser político demanda una larga experiencia? A lo largo de la historia, hemos presenciado cómo cargos públicos han sido ocupados por políticos con vasta trayectoria y experiencia administrativa. Pero, ¿qué frutos ha dado este enfoque? ¿Por qué no dar paso a estos nuevos talentos?
No todo resulta negativo. Un ejemplo palpable es el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien nunca había incursionado en la política. Hijo de un prominente empresario, propietario de un periódico, se ha convertido en un referente mundial gracias a su habilidad para gobernar. En su momento, nadie confiaba en él, pero ¿cómo podrían si nunca se le dio la oportunidad?
El paradigma político está mutando. Las viejas reglas y prejuicios sobre quién puede liderar un país están siendo desafiados por esta ola de figuras públicas que se aventuran en la política. Es hora de cuestionar lo establecido y dar cabida a nuevas visiones, nuevas ideas y a aquellos que, sin la experiencia convencional, podrían insuflar un nuevo aliento y renovación al gobierno. Quizás es momento de considerar que la experiencia no es el único sendero hacia un cambio positivo en la política.